Me encuentro en una habitación donde no consigo ver las paredes pues el limite de lo físico es la luz de una pequeña lampara de abuela, la estancia mas vacía que mi estomago salvo por una pequeña mesita un con libro, el típico libro descuidado, roñoso y con mas años que paginas pero el cual le tenemos un aprecio como a ningún otro libro. Noto la sangre fluir con mis dedo al tempo de visiones de mi mente de tiempos pasados, de lugares pasados donde la única preocupación era la misma existencia de las pocas cosas reinantes de mi mundo idílico, de donde el yo era el yo y lo demás no existía.
Con un par de tragos de oxigeno consigo abrir el libro, donde lo primero que me llama la atención es su titulo : " La realidad irreal" pero no solo es eso es lo extraño pues el blanco de sus paginas me resulta aun mas perturbador, me afano por encontrar algún resquicio de impregnación humana pero parece que ninguna de sus hojas parece tatuadas por la tinta. Con la decepción autoinstalada en mi pecho me rindo en mi búsqueda del dorado hasta que de repente veo una pagina doblada en la parte superior, algo que suelo detestar por norma general pero que en esta ocasión me lleno de esperanzas en vez de furia, me dispongo a a ver la siguiente pagina y cual es mi sorpresa que por fin veo algo que no sea blanco.
Negra como el carbon y maléfica como el mismísimo diablo, pues no era otra cosa que la propia imagen de la muerte, algo de tan suma brutalidad y demencia que me golpeo la mente de tal forma que empece a gritar para romper la cuerdas vocales y poder así con el dolor poder evadirme de la visión de mi mente. Una sensación jamas vivida, ni tal siquiera leída en ningun libro de terror, una sensación parecida a la experimentada por algo que te destripa por dentro, te desangra, te mutila, te ahoga en tu propia sangre, y te destroza de tan manera que jamas puedes volver a ser tu mismo.
La imagen de mi desgracia no era otra que un pequeño conejo que le acababan de apuntar las patas y se desgarraba la voz para poder expresar una mínima parte del dolor sentido.
Corro hacia la salida del árbol, corro como jamas lo hecho, bañando de lagrimas mis piernas y sintiendo que mi alma ha sido empalada en mi propia irresponsabilidad.
Por desgracia se que significaba la imagen, es lo que me vuelve loco de dolor.