El despertar es el salir de la habitación donde me ayo, pero sin conocer donde esta la salida ni donde la entrada, pues se sabe donde se esta pero no se sabe ubicar. Esa confusión no me asusta ni me corroe pues no todo es tóxico ni artificial, sino mas bien, lo mas natural que he visto jamás. Con una valentía muy poco propia de mi, hago acopio de valor y me deshago de mis cadenas de mi lecho y con suavidad, mis piernas se despiden la de cama. Justo en ese instante me doy cuenta de la verdadera extrañeza de mi situación, pues cuando los sentidos me decían los contrario ahora son ellos lo que reniegan de mi entorno y me hacen sentir extraño y aun mas confuso.
Mis pies pisan suave hierba verde, la mas verde que he visto, mis oídos vuelan con el monólogo de la brisa en las ramas, todo parece tranquilo pues solo el susurrar de las hormigas es lo único que me llama la atención. Todo en calma hasta que aparece mi Virgilio, un lobo con mas apariencia de hombre que algunos hombres, gris como el hormigón y con una mirada capaz de paralizar el aire.